La rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla ocurre frecuentemente en deportistas en cuyo tren inferior está sometido a sobresfuerzos y cambios bruscos de dirección, como ocurre con el fútbol, baloncesto, esquí o artes marciales. Suele ser una lesión invalidante casi de manera inmediata, produciendo una hinchazón en la rodilla e imposibilidad para apoyar.
La rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla diagnostica con una exploración física y con una resonancia magnética para confirmar la sospecha de rotura y valorar si hay otras lesiones en otros ligamentos y/o meniscos.
Hay muchos tipos de técnicas e injertos que se usan para reparar este ligamento, por lo que me ceñiré a contarte la que más uso en el momento actual.
En mi práctica clínica me inclino a usar de manera habitual en pacientes jóvenes una técnica con reconstrucción anatómica de un solo fascículo con horizontalización del túnel femoral con aloinjerto de cadáver y anclajes reabsorbibles mediante artroscopia de rodilla por mínima incisión. Con esta técnica se consigue mayor estabilidad rotacional, evitamos extraer injerto de otra zona del paciente y acortamos tiempos de recuperación y vuelta a la vida laboral y deportiva.
También suelo asociar a esta técnica suplementos de plasma rico en factores de crecimiento para mejorar la osteointegración de la plástica y acortar tiempo de recuperación y “back to play”. Este tipo de cirugía se realiza con anestesia epidural y suele requerir de una sola noche de ingreso para control del dolor y sangrado.
Durante dos semanas no se permite apoyar la pierna para caminar pero recomiendo mover de manera inmediata. No sobrepasando de 90 grados en las 3 primeras semanas. Para proteger la cirugía y el injerto se debe usar una ortesis articulada que controla los grados de flexión y bloquea la rodilla a los 90 grados.
La rehabilitación se inicia a las 2 semanas de la cirugía para evitar rigideces y adherencias. Los deportes suaves se pueden iniciar a los 2-3 meses dependiendo de cada caso particular.